viernes, 2 de marzo de 2012

Cartas. I. Invierno

Tu pelo liso húmedo. Imagino tus pasos por entre la niebla de los cerros, aquel inmenso espejo gris bramando por los muelles, la sonrisa de quien no sabe lo que vendrá. Aquel sino despiadado: la dicha.

Es curioso Piazzolla, intrigante. De los 4 movimientos de sus Cuatro Estaciones Porteñas me llamó la atención que solo Invierno terminara de forma tímidamente alegre, siendo que los primeros tres terminan con una incertidumbre terrible. Cuando escuché el final de Invierno Porteño te imaginé justamente liberándote de un yugo insufrible, no por su intensidad, si no que porque toda agonía larga es el averno congregado en un punto ciego del tiempo/espacio. Feliz entonces, aquella tarde incauta que parece mañana mirando la bahía desde un cerro cualquiera, gris en toda la extensión de las inhóspitas causales de cualquier pena espiritual, así, Valparaíso, se abría en cada fragmento de callejón sin salida hacia algo que no habías vuelto a sentir hace mucho. Dicha.

Así veo ahora. Curioso que hubiese llegado hasta acá cruzando caminos impensados hasta hace un tiempo, pero eso no tiene importancia. Así veo que tras cargar con un yugo que de poco doloroso se convierte en un escozor impertinente a los -tus, mis- 21 años, la brisa sobre tu pelo recién alisado no hace menos que adobar el cuadro más hermoso que pudiese secuestrar cualquier pincel porteño: tú, las manos en los bolsillos de la chaqueta, mirando hacia arriba y adelante, ofreciendo amenazante tu sonrisa a los siete cielos del Pacífico.

Por mi parte, no puedo decirte más de que me invade un miedo terrible. Cambiar mi casa no era tan fácil como esperaba (mos) con mis hermanos, los cobardes y los ruines nos llevan una sideral ventaja: este mundo está hecho por y para ellos; entonces creo que la razzia tomará el sitial de Mariano Egaña, y bajo la vista de un Bello que se muere de la vergüenza y de la pena la vendetta no tardará en tocar mi puerta -si es que todavía tiene algo de decencia de tocar la puerta, lo dudo-. Lo bueno de todo esto es que al fin podré saber de qué estoy hecho, y si la valentía triunfa puede que mis pasos se dirijan hacia aquel espejo bramante sobre los muelles.

Astor Piazolla, Invierno Porteño

A Tae, junio 2010

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